¿Le han invitado a una cena en la Casa Real? ¿Ya sabe para qué sirve cada cubierto? ¿Se imagina el tamaño de los langostinos en esa mesa? ¿Tiene usted dudas de si estará a la altura? Aquí vamos a resolver alguna de ellas. La verdad por delante, jamás nos han invitado a uno de esos ágapes pero, si lo hicieran, estamos más que preparados.
Antes de nada, recuerde llevarse unos cuantos tupper wares y confraternice con el servicio. Dígales que quiere las sobras para el perro. No le van a creer, pero no se ofenda. ¿Acaso tiene usted más mascota que su estómago insaciable?
Ahora, en serio. ¿Qué alimentos se pueden comer con las manos? Como regla general, en los convites de alto copete no le van a poner nada para coger así por las bravas, pero saber comportarse ante las excepciones es lo que distingue a un caballero o a una dama. Si es usted de mucho beber, otro día le enseñaremos como distinguir a un caballero de una dama.
A grandes rasgos, puede usted darse el gustazo de dejar al margen cualquier utensilio para las alcachofas, los caracoles, las chuletillas de cordero, el conejo, los mariscos, el pan, las aceitunas, los canapés, los pastelitos, las endivias, los cogollos de lechuga, las frutas pequeñas o los espárragos.
Antes de que se emocione, tenga en cuenta que comer con las manos no supone que el jugo de los alimentos le chorree hasta el codo. Coja las piezas con toda la elegancia y delicadeza de la que sea capaz y coma con gusto. Por cierto, no se chupe los dedos, aunque se muera de ganas, y límpiese con la servilleta.
En estas fechas, sin embargo, lo más normal es que se encuentre rodeado de su familia y nadie se va a fijar en si come así o asá. Limítese a lavarse las manos y a homenajearse como se merece, que demasiadas preocupaciones tiene ya. Y, desde luego, el turrón y los polvorones se comen con las manos. Sólo faltaría.
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martes, 21 de diciembre de 2010
Comer con las manos
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El Jamoncito de Arganzuela
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martes, 7 de diciembre de 2010
Consejos para el perfecto invitado
Bienvenido a nuestro programa de protocolo on line. En el post anterior dábamos una serie de consejos para convertirse en un anfitrión envidiable si no habíamos sido capaces de escabullirnos y encasquetarle la cena a otros. Hoy toca comportarse como es debido si han tenido a bien invitarle al dulce hogar de algún familiar o amigo. Aquí van unas recomendaciones para que le sigan hablando el día siguiente:
1.- No se presente con las manos vacías: lleve alguna vianda apetitosa para el resto de los comensales, se lo agradecerán. Recuerde que con internet todo el mundo va a saber si lo que ha traído es bueno de verdad y cuánto le ha costado. A lo mejor usted no es tan miserable pero, ¿diría lo mismo de todos los que están sentados a la mesa?
4.- Elogie lo que le pongan por delante o, al menos, no lo critique. Su opinión, cuando es negativa, no le va a parecer tan interesante a los demás, así que no sea aguafiestas. Todo es mejorable, ya lo sabemos. Para empezar, las reuniones son mucho mejores sin cascarrabias.
5.- Ese licorcillo está tremendo, ¿a qué si? Siga bebiendo a ese ritmo y verá qué poco le dura la fiesta. Dosifíquese, que le quedan mucha tela por cortar y ya no somos chavales. Si por casualidad lo es, no sé qué decirle. De todas maneras, no me iba a hacer caso.
6.- El chiste que tanto le gusta no es que sea malo, es que no es oportuno. La señora que tiene delante es su suegra y, a diferencia de usted, mañana se va a acordar de todo. Avisado está.
7.- Si está de líder de una conga mientras suenan villancicos es que no ha hecho caso de ninguno de los consejos anteriores. Es el momento de activar el protocolo de reducción de daños: hágase un favor y controle sus miradas y sus extremidades. Ahora cree que es invisible, pero no es cierto.
8.- Haga lo que le apetezca. Estos consejos, en realidad sólo sirven para ignorarlos. Está usted en familia o entre amigos, ¿acaso se puede pedir algo más? Disfrute, que demasiado se controla durante el resto del año en el trabajo. ¡Salud!
1.- No se presente con las manos vacías: lleve alguna vianda apetitosa para el resto de los comensales, se lo agradecerán. Recuerde que con internet todo el mundo va a saber si lo que ha traído es bueno de verdad y cuánto le ha costado. A lo mejor usted no es tan miserable pero, ¿diría lo mismo de todos los que están sentados a la mesa?
2.- Coma de todo y en la cantidad que le apetezca, pero tranquilícese. La guerra fría terminó hace años y no se van a acabar los víveres. Lo único que va a conseguir tragando a esa velocidad es empacharse. No lo olvide, si ingiere lento podrá consumir más y dará la impresión de que en su frigorífico reina la abundancia.
3.- Vigile los platos y acuérdese de coger siempre la penúltima croqueta, loncha de jamón o langostino. Deje correr un poco de tiempo y ofrezca el último bocado al resto de los comensales. Con un poco de suerte lo rechazarán y se habrá cobrado usted dos piezas. La elegancia no está reñida con el pragmatismo.
5.- Ese licorcillo está tremendo, ¿a qué si? Siga bebiendo a ese ritmo y verá qué poco le dura la fiesta. Dosifíquese, que le quedan mucha tela por cortar y ya no somos chavales. Si por casualidad lo es, no sé qué decirle. De todas maneras, no me iba a hacer caso.
6.- El chiste que tanto le gusta no es que sea malo, es que no es oportuno. La señora que tiene delante es su suegra y, a diferencia de usted, mañana se va a acordar de todo. Avisado está.
7.- Si está de líder de una conga mientras suenan villancicos es que no ha hecho caso de ninguno de los consejos anteriores. Es el momento de activar el protocolo de reducción de daños: hágase un favor y controle sus miradas y sus extremidades. Ahora cree que es invisible, pero no es cierto.
8.- Haga lo que le apetezca. Estos consejos, en realidad sólo sirven para ignorarlos. Está usted en familia o entre amigos, ¿acaso se puede pedir algo más? Disfrute, que demasiado se controla durante el resto del año en el trabajo. ¡Salud!
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viernes, 3 de diciembre de 2010
Consejos para el perfecto anfitrión
Como se descuide, otra vez le va a tocar organizar la cena de Navidad. Conste que avisamos a tiempo para que intente librarse, pero seguro que no aprende. Por eso, aquí van unos consejos para que no vuelva a quejarse otro año más de que trabaja como una mula y de que nadie lo agradece:
1.- Intente, por todos los medios, que los ágapes no se celebren en su casa. Cualquier otra siempre es mejor y sólo tendrá que llevar alguna delicatessen vistosona.
2.- Si no le queda más remedio que hacerla en su casa, organice. Hay mucho vago y mucho tacaño suelto. No quiero señalar a nadie, pero rebusque usted en su familia o, mejor, en su familia política, y seguro que lo encuentra. Haga una lista de lo que hace falta, que al final siempre llega uno sólo con los vasos de plástico y usted pone el marisco. Que no se vuelva a repetir.
3.- Sea preciso. No diga turrón, que le van a traer cualquier marca de tres por uno que tenían en la despensa desde el año pasado (el mismo tiempo que le va a durar a usted, por cierto, hasta que lo vuelva a regalar o lo tire). Diga marcas, especifique calidades, que no tengan escapatoria.
4.- Sea generoso. Tampoco vaya a pedirle a sus invitados quisquillas de Motril si usted piensa aportar una sopa de sobre. El objetivo es que nos llevemos todos bien, no ser más listillo que el cuñado.
5.- Ármese de paciencia. Ya que hablamos de cuñados, es verdad que el suyo es un tanto insoportable, pero tampoco lo ve tanto, ¿a que no? Intente sentarlo en la mesa de los niños. Si se nota mucho, quizá pueda acomodarlo en la otra esquina. Si eso también resulta imposible, resígnese, antes de que se quiera dar cuenta habrá dejado de tirar bolitas de pan y se estará despidiendo.
6.- Cuidado con los licores. El alcohol desata la lengua a niveles medios y, al final, se acaba armando la gresca. Si va a abrir la caja de los truenos, recuerde: o con muchísima mesura o sin moderación. En este caso, en el punto medio sólo hay habladurías. Avisado está.
7.- Cite a la gente con bastante antelación. Aquí somos muy listos y a todos nos gusta llegar a mesa puesta pero, ¿acaso su casa es una fonda? ¿acaso para usted no es Navidad? No se corte, dígales que vayan a las nueve, que ya es hora de cenar y seguro que llegan puntuales para que no se acaben los langostinos. En su fuero más interno sabe que no van a cenar hasta las once y media. No comente su plan secreto con nadie, ni siquiera con su pareja o hijos. Ésos son los primeros que se quieren escaquear.
8.- Vaya dejando las bolsas de basura en la puerta. Cada vez que alguien se vaya le puede colocar un par de ellas. Aproveche para tirar el armario de dos cuerpos. Si ha hecho bien el trabajo en el punto 6 ni siquiera notarán la diferencia.
9.- Saque primero el vino bueno. A partir de la tercera copa, muy entendido o muy tocanarices hay que ser para distinguirlo del de cartón que va a ofrecer a continuación. Échelo en botellas de vidrio, eso sí, que los comensales pueden ser un poco borrachuzos, pero no tontos. Si fuera ése el caso, aproveche para guindarles la cartera.
10.- Disfrute y no se deje influir por estos consejos resentidos. Al fin y al cabo, sólo es una vez al año y, la verdad, hasta puede ser divertido.
¡Buena suerte!
1.- Intente, por todos los medios, que los ágapes no se celebren en su casa. Cualquier otra siempre es mejor y sólo tendrá que llevar alguna delicatessen vistosona.
2.- Si no le queda más remedio que hacerla en su casa, organice. Hay mucho vago y mucho tacaño suelto. No quiero señalar a nadie, pero rebusque usted en su familia o, mejor, en su familia política, y seguro que lo encuentra. Haga una lista de lo que hace falta, que al final siempre llega uno sólo con los vasos de plástico y usted pone el marisco. Que no se vuelva a repetir.
3.- Sea preciso. No diga turrón, que le van a traer cualquier marca de tres por uno que tenían en la despensa desde el año pasado (el mismo tiempo que le va a durar a usted, por cierto, hasta que lo vuelva a regalar o lo tire). Diga marcas, especifique calidades, que no tengan escapatoria.
4.- Sea generoso. Tampoco vaya a pedirle a sus invitados quisquillas de Motril si usted piensa aportar una sopa de sobre. El objetivo es que nos llevemos todos bien, no ser más listillo que el cuñado.
5.- Ármese de paciencia. Ya que hablamos de cuñados, es verdad que el suyo es un tanto insoportable, pero tampoco lo ve tanto, ¿a que no? Intente sentarlo en la mesa de los niños. Si se nota mucho, quizá pueda acomodarlo en la otra esquina. Si eso también resulta imposible, resígnese, antes de que se quiera dar cuenta habrá dejado de tirar bolitas de pan y se estará despidiendo.
6.- Cuidado con los licores. El alcohol desata la lengua a niveles medios y, al final, se acaba armando la gresca. Si va a abrir la caja de los truenos, recuerde: o con muchísima mesura o sin moderación. En este caso, en el punto medio sólo hay habladurías. Avisado está.
7.- Cite a la gente con bastante antelación. Aquí somos muy listos y a todos nos gusta llegar a mesa puesta pero, ¿acaso su casa es una fonda? ¿acaso para usted no es Navidad? No se corte, dígales que vayan a las nueve, que ya es hora de cenar y seguro que llegan puntuales para que no se acaben los langostinos. En su fuero más interno sabe que no van a cenar hasta las once y media. No comente su plan secreto con nadie, ni siquiera con su pareja o hijos. Ésos son los primeros que se quieren escaquear.
8.- Vaya dejando las bolsas de basura en la puerta. Cada vez que alguien se vaya le puede colocar un par de ellas. Aproveche para tirar el armario de dos cuerpos. Si ha hecho bien el trabajo en el punto 6 ni siquiera notarán la diferencia.
9.- Saque primero el vino bueno. A partir de la tercera copa, muy entendido o muy tocanarices hay que ser para distinguirlo del de cartón que va a ofrecer a continuación. Échelo en botellas de vidrio, eso sí, que los comensales pueden ser un poco borrachuzos, pero no tontos. Si fuera ése el caso, aproveche para guindarles la cartera.
10.- Disfrute y no se deje influir por estos consejos resentidos. Al fin y al cabo, sólo es una vez al año y, la verdad, hasta puede ser divertido.
¡Buena suerte!
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