Sea como sea, este crustáceo se ha hecho fuerte a base de resistir temperaturas de órdago. Su hábitat natural es Siberia, así que hágase una idea de cómo tiene que tener de prietas las carnes del frío que pasa. La península de Kamchatka, en su día, vio llegar a empresarios japoneses dispuestos a explotar este manjar hasta que los rusos le dijeron que ya estaba bien y que se iban a quedar ellos con el filón. Hoy en día, los cangrejos se han acercado hasta Noruega, quizá por buscar climas más cálidos durante el verano, y, no se lo pierda, incluso a Galicia. La explosión del turismo ha traspasado las barreras humanas, sí.
El cangrejo de río...
...y el cangrejo real
¿Qué tiene de especial este animalito? Pues aparte de sus dimensiones, que tiene una carne jugosa y delicada con, no se lo pierda, mucha proteína y poca caloría. Lo mejor para disfrutarlo es no ponerle mucho aderezo que, al final, lo único que hace es camuflar el sabor. Unos canapés o una ensalada es suficiente para gozar. Y sin ensuciar la cocina, que no me dirá que no es una ventaja.
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