martes, 8 de marzo de 2011

Comer en el tajo

Los tupper, antes, se llamaban fiambreras. Se echaba dentro un plato de la comida que se había hecho el día anterior, o un trozo de pan con embutido y así mataba la gusa el que no podía volver a casa a comer como Dios manda. Con esto de ser europeos, los ritmos son cada vez más frenéticos y cada vez menos gente puede acercarse a su hogar dulce hogar a calentarse un guiso que, muy posiblemente, tampoco le hubiera dado tiempo a hacer.
Eso sí, una cosa es tener que almorzar en el trabajo y otra es tener que hacerlo mal. El progreso ha traído, entre otras cosas, un buen desarrollo de la industria alimenticia y, si les apetece, tienen donde elegir para no terminar comiendo bocadillos todos los días.

Rabo de buey (de lata).

Igual no ha comido usted nunca de lata y se piensa que eso será alimentarse, pero no gozar. Pues no sabe qué equivocado ésta. Vea, si le apetece, lo que hay preparado para hoy, y luego diga si no le daría un tiento. Queda advertido, si lo prueba va a querer repetir: fabes asturianas con almejas, fabada, garbanzos con centollu y bacalao, olla ferroviaria, alcachofas rellenas de marisco, alubia verdina con vieira, cocido montañés, rabo de buey y ciervo estofado. Eso, sin contar los postres. ¿Qué, no le hace una cucharadita?

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