martes, 30 de noviembre de 2010

Turrones primerizos

Entre el frío que hace y lo impacientes que somos, hemos decidido ponernos de Navidad. Por delante tenemos celebraciones, comidas con los compañeros, con la familia, con la familia política, con los amigos, con la Asociación de Petanca y a saber cuántas más.
Si esto fuera un blog de salud, éste sería el momento para recordarles que de grandes cenas están las sepulturas llenas pero, cómo no es el caso, nos centraremos en el disfrute. Eso sí, una cosa no está reñida con la otra, así que tampoco se nos desmadren mucho, que no queremos perder lectores.
A lo que íbamos, que es el comer: si hay algún producto característico de estas fechas son los dulces de almendra. Cada cual en su casa elegirá marisco o cordero para el mediodía, pavo o besugo para la noche y café o Cola-Cao para la mañana. Los vegetarianos, por ejemplo, se pueden preparar unos ñoquis de espinaca, pero de eso ya hablaremos otro día. Lo que seguro que antes o después va a poner sobre la mesa son unos turrones.
Estas hipocalóricas pastillas fueron introducidas en España, según la mayoría de los estudiosos, por los árabes, que utilizaban la miel y la almendra para su elaboración. En siglos posteriores, alguien debió pensar que le faltaba un toque dulce y le añadió azúcar, en una composición que se ha mantenido hasta hoy y a la que se le suma clara de huevo si lo que se busca es un turrón duro. Si lo prefiere blando, ya sabe que le toca triturar y machacar el primero hasta conseguir la consistencia de éste (a grandes rasgos).


Aquí va una receta sencilla, por si se atreve. Hagáse con 250 gramos de almendra cruda de buena calida, 150 gramos de miel, otros tantos de azúcar y una clara de huevo. ¿Lo tiene todo? Pues vamos a ello.
Tueste las almendras y, mientras, ponga a calentar el azúcar y la miel hasta que empiecen a burbujear, que será el momento oportuno para incorporar la clara de huevo ligeramente montada. Haga este proceso con cariño, sin parar de remover para que no cuaje, y prosiga hasta que este caramelo alcance la consistencia de punto de bola duro. Ahora es cuando puede añadir las almendras y separar del fuego. Una vez que se entibie, deposíte la mezcla sobre una oblea, alísela y coloque otra de esas obleas por encima. Sólo le queda poner a prueba su paciencia, pues deberá esperar a que se enfríe antes de comérselo.
Por lo demás, si le coge con prisa, desgana o poco talento, no se preocupe. Siempre puede recurrir a los excelentes productos que se venden ya elaborados.

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