viernes, 8 de octubre de 2010

Déjate querer, membrillo

Manjar de dioses, en la antigua Grecia asociaban el membrillo con la fecundidad y el amor. Ahora que todo se mide en calorías y en daños al organismo, no está mal echar la vista atrás, recuperar a los clásicos y entregarse al placer (cada uno en la medida de sus posibilidades) en este comienzo de otoño.
El membrillo tal y como lo da la mata o, en este caso, el árbol (el membrillero), es duro como Chuck Norris en un atasco en Saigón. Además, es astringente y agrio, lo que a primera vista lo alejaría bastante de las golosinas de las que nos gusta disfrutar. Sin embargo, la humanidad ha sido capaz de doblegarlo y, con la oportuna dosis de fuego y azúcar, transformarlo en delicia alimenticia, energética… y cromática.


Al contacto con la llama va perdiendo su rudeza y como adolescente ante su amor, se le suben los colores. El membrillo pierde así su palidez mortecina y se convierte en una tierna carne de color rojo que deja ver, traslúcido, su interior. Como la vida misma.  
Siempre puedes comprar el dulce hecho pero, si te atreves, aquí va una receta:
Coge un kilo de membrillos bien lustrosos, amarillos y sin manchas y lávalos bien bajo el chorro de agua, utilizando un cepillo si fuera menester. Ahora córtalos, pelados o no, que eso va en gustos, y empieza a cocer a fuego lento sin parar de remover hasta que se haga un puré que pasarás por la batidora. Ya está casi, o no.
Pesa la cantidad resultante, añádele igual proporción de azúcar y vuelta al fogón y a darle vueltas hasta que alcance una consistencia que deje que la cuchara se mantenga dentro de la cazuela en posición de firmes sin mano que la sujete. Déjalo enfriar antes de comer, que quema.
Si tienes queso, Idiazábal, por ejemplo, no le va a sentar nada mal la compañía.

2 comentarios:

  1. El Marqués de Guardameta8 de octubre de 2010, 12:28

    Curioso, curioso... Ayer hice mi primera carne de membrillo y hoy me encuentro con este post. A destacar, la explicación de la receta. Y una ventaja más: además de un dulce delicioso y sin aditivos, permanece imperecedero en tu alacena durante todo el invierno.

    A disfrutarlo!

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  2. Sí que aguanta sí, pero a ver quién es capaz de dejarlo tanto tiempo (a no ser que se hagan cantidades para alimentar a un ejercito, que hay gente para todo).

    ¡Buen provecho!

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