viernes, 7 de enero de 2011

Desatascando

El Sistema Internacional de Medidas permanece inalterable desde 1960. En realidad desde mucho antes, pero con esa fecha ya vale. Si se quiere poner exigente, digamos que el kilogramo quedó fijado tal y como lo conocemos hoy en el año 1889. Desde entonces, sólo en España, se perdieron las colonias, se vivió una república, una guerra civil y un par de dictaduras. En el resto del mundo, por ejemplo, acontecieron otro par de guerras mundiales y, ¡viva la ciencia!, se llegó hasta la luna. El kilogramo, con todo y con eso, continuó inamovible como un Don Tancredo.
Le cuento esto para confirmarle que la culpa no es de la báscula y que funciona igual que hace dos semanas. El anís le hizo creer que los polvorones no dejaban huella, ¿cierto? No se preocupe, otros, cegados por vapores etílicos, han perdido una fortuna y usted, al fin y al cabo, no ha dejado de ganar. Peso, sí, pero ganancia al fin y al cabo. Este blog es más de darle gusto al cuerpo que de darle culto, así que no se preocupe, que para regañarle ya están las Autoridades Sanitarias. Pero nos gusta la variedad.


Por eso, aquí va una sugerencia aprovechando que algo de cargo de conciencia ya le quedará, que tampoco era necesario comerse la pierna de la suegra. La de cordero, me refiero (y espero).
La propuesta para el almuerzo de mañana es la que sigue. No es tan divertida como la dieta del cucurcho, que no voy a contar aquí porque emitimos en horario infantil, pero sí que es sabrosa si se prepara con gusto. Vayan aquí tan solo los ingredientes principales. Seguro que sabe componérselas para conseguir un buen resultado: espárragos, setas deshidratadas y pimientos del piquillo. Si no sabe qué hacer con ellos, comience por abrir la lata o bote. Tampoco necesita mucho más para disfrutarlos. De postre, yogur y, para beber, alma de cántaro, un poco de agua, que no le va a hacer mal. Más difícil es dejar de fumar, digo yo.

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